Por Gabriel Bruera *
Los operadores presentados como periodistas interpelan groseramente para reducir las posibilidades a una sola respuesta.
Primero comentan:
Los k gritan: Macri basura vos sos la dictadura.
Y luego viene la pregunta retórica:
¿Cómo pueden comparar este gobierno con la dictadura?
Entonces, contestan casi por izquierda:
Aquel horror no es comparable al momento de hoy.
En la pregunta está la verdadera trampa porque el interrogante no es si esto es o no es una dictadura.
La pregunta es: lo que vivimos hoy, ¿es una democracia?
y aun cuando en los ámbitos de discusión de los espacios populares surge la pregunta a partir de la definición: esto no es democracia, entonces: ¿Qué es?
La característica de ciertos gobiernos en países que tienen una fuerte incidencia mundial es terminar con los estados de bienestar, exacerbar la intolerancia y la xenofobia, el odio a los inmigrantes, la persecución y extermino a opositores a través de una enorme dictadura mediática y judicial. La misma lleva a la muerte civil de quienes ponen en riesgo este tipo de gobiernos. La disminución de la lucha contra el calentamiento global y la contaminación del medio ambiente son políticas comunes a muchos gobiernos y nos dan la certeza de un orden distinto a la democracia.
No podemos escindirnos del análisis del lawfere (guerra judicial) como aquel mecanismo que reemplaza a los viejos métodos de las dictaduras para implementar un sistema de exclusión, persecución y estigmatización. Un sistema que llega al poder a través de la democracia para lograr destituir, perseguir o impedir gobiernos populares.
De esta manera se ponen en funcionamiento estructuras políticas, mediáticas, económicas y judiciales para alimentar un regimen que garantiza enormes ganancias a las prestadoras de servicios públicos (energéticas y petroleras), disminución de derechos laborales, expulsión de inmigrantes y terribles ingresos de las rentas financieras.
Así se profundiza el racismo y la pelea de todos contra todos. Así se destruye la democracia y se condena a millones de personas a vivir en extremos de pobreza y marginalidad a expensas de enormes remesas económicas que son giradas a paraísos fiscales.
"La política de separación mutua y mantenimiento de las distancias, la construcción de muros en vez de puentes (...) no conduce a ninguna parte, más que al erial de desconfianza, distanciamiento y bronca mutuos en el que estamos. "asegura Bauman en Extraños llamando a la puerta.
Cuando se desarrolló el modelo de Apartheid en Sudáfrica se implementaron políticas de concentración de la riqueza y fuga de las mismas en detrimento de un pueblo entero con un fundamento o relato racista que intentaba justificarlo. La metodología llevada a cabo fue la opresión de las mayorías y su estigmatización, persecución, judicialización y restricción de todo tipo de derechos. Cualquier parecido con el gobierno actual, créanme, NO ES COINCIDENCIA.
Desde el extermino del palestino en Medio Oriente hasta el impeachment a Dilma, la detención de Lula, la detención de Boudou , los pedidos de desafuero y de detención a Cristina y todos los presos políticos en Argentina, la persecución a Correa son más que meras coincidencias. Son características de un nuevo orden político que ya no es el democrático. Es otro sistema de gobierno.
Netanyahu en Israel, Trump en EEUU, Macri en Argentina, Bolsonaro en Brasil y Moreno en Ecuador son solo un ejemplo del enorme retroceso de la democracia que cedió ante la expansión de este sistema que tiene determinadas características y que se parecen a una sola denominación: APARTHEID.
* Gabriel Bruera es Consejero Provincial del Partido Justicialista