La primera experiencia con este Indicador fue en 2017, cuando inauguraron sus recorridas por los barrios para rastrear el estado estructural de cada uno de ellos, enfocándose en el acceso a la energía, agua potable y tratamiento de residuos. Con el paso del tiempo, fueron incorporando otras variables, como la conectividad, los factores contaminantes y el asfalto de las calles internas.
Los fundadores de este espacio, Rodrigo Martin y Paulo Bernardo, destacaron qué novedades traerá el nuevo relevamiento: “Profundiza mucho más el análisis que veníamos haciendo. En 2019, incorporamos una variable que era la presencia de instituciones en los barrios y su cercanía. Ahora, quisimos dar un paso más y comprobar el rol de ellas y el capital social que hay dentro de los barrios. Incluso, ver las relaciones humanas que se tejen allí”.
Este nuevo Indicador, al que lo definen como uno más cercano a la gente y sus vivencias, los llevó a buscar la sensibilidad y vulnerabilidad de los habitantes de cada asentamiento. “Propusimos buscar en las cohesiones sociales, sus vinculaciones y cómo están en relación a eso. Entonces, dejó de ser un poco sobre las variables estructurales y frías, para pasar a ser sobre las blandas y de calor que tiene el mismo pueblo”, mencionaron.
LA EVOLUCIÓN DEL RELEVAMIENTO Y LA ESTRUCTURA
De igual manera, reconocen una evolución dentro del equipo que se encarga de visitar cada lugar: “Hacerlo durante siete años consecutivos te otorga una percepción más fina de lo que pasa en el barrio. Arrancamos en 2017 relevando datos en papel y ahora ya utilizamos tecnología e inteligencia artificial. También, las variables fueron cambiando: comenzamos con las estructurales y hoy terminamos hablando de sensibilidad y de las redes comunitarias”.
Una de las claves para profundizar lo observado en cada recorrida fue la constancia –ni la pandemia interrumpió esta labor- y sostener el grupo de trabajo (foto de abajo): “Como el mismo equipo que estuvo en el primer Indicador participó en este, tenemos un conocimiento mucho más profundo de los asentamientos, ya que los visitamos a todos e interactuamos desde hace tiempo con los actores de cambio y referentes territoriales”.
En cuanto a la estructura interna del Observatorio, se incorporaron nuevos recursos humanos y se dieron avances para mejorar el campo de intervención. En la actualidad, sus fundadores señalaron cuatro patas esenciales: 1) Innovación, con un área que coordina Luciano Bizin, para desarrollar análisis de datos y empleo de inteligencia artificial; 2) Territorio, con la organización de los relevamientos y el contacto con los agentes de cambio; 3) Investigación, donde se producen materiales para profundizar todas las problemáticas relevadas; y 4) Extensión, con talleres de, por ejemplo, nutrición y RCP, dictados por docentes y estudiantes de distintas carreras de la Universidad, y por referentes de otras entidades, como la Cruz Roja.